EDAD MODERNA

edad moderna
En la primera mitad del siglo XVII, Hornachuelos pasó a ser una villa de señorío. Por escritura de 7 de agosto de 1637, consta que el rey concedió a don Lope de Hoces, miembro de los consejos de Guerra y Hacienda y almirante de la Armada, en pago por los más de 40.000 ducados que le debía, la jurisdicción y señorío de la villa de Hornachuelos y alcaldía de su castillo, debiendo don Lope servir al rey con 3.000 ducados, como complemento al precio de esta donación. En 1640 se erigía en condado en favor de don Alonso Antonio de Hoces, primer conde y segundo señor de la villa, en beneficio de los servicios prestados al rey por su padre, que murió abrasado en el galeón Santa Teresa en 1639, luchando contra los holandeses en el puerto de Dumas.
Hacia mediados del siglo XVIII la villa se componía de unos 180 vecinos, además de dos comunidades de religiosos. De estos vecinos son muy pocos los que podían subsistir por sí mismos, y aún menos los que podían mantener a otros, viéndose muchos de ellos obligados a mendigar. La economía se basaba fundamentalmente en la agricultura. Los productos endógenos eran: trigo, cebada, garbanzos, escaña, arvejones prietos, jeros, aceite, vino, miel, cera, habas, seda y zumaque. A excepción de la miel, la cera, la seda y el zumaque de los que había excedente, que se vendía a las ciudades de Córdoba, Sevilla y Ecija, el resto de los productos eran insuficientes y tenían que comprarlos la mayoría de los años en otros pueblos. La ganadería existente era de subsistencia. En los años de malas cosechas, que se sucedían con bastante frecuencia a lo largo del siglo XVIII, los vecinos de la villa se encontraban sin el principal sustento del hombre, el pan. Para paliar los desastrosos efectos del hambre existía el pósito, de donde sacaban el trigo que se entregaba a los panaderos para el abasto del común; a él acudían también los labradores de escasa fortuna a pedir trigo prestado para la sementera, obligándose a devolverlo el día de Santiago, dando un celemín por cada fanega de trigo prestado.
En lo referente a la sanidad, la villa careció de servicios médicos durante largos periodos de tiempo, lo que causaba graves perjuicios al vecindario que carecía de medios para trasladarse a 1a villa vecina en casos de necesidad sanitaria. Es a mediados del siglo XVIII cuando se estableció un médico en Hornachuelos. La villa careció de escuela hasta el año 1737, en que fue creada por decreto del señor conde, a petición del consejo. Las obras públicas eran muy importantes, pues sin ellas la villa se hubiera quedado aislada. Había que reparar los caminos que salían para Sevilla, Córdoba y Extremadura, que además estaban intransitables, allanar el vado del castillo en el río Bembézar, muy cercano a la villa y necesario para el comercio; componer el puente de Moratalla talla sobre el río Bembézar, que estaba derrumbado e impedía la comunicación con Sevilla y hacer una barca para navegar por el Guadalquivir, que permitiera el comercio desde el pueblo a las tierras de su término situadas en la otra orilla. De una amplia extensión de campiña y montes no se beneficiaban los vecinos de la villa por falta de comunicación entre ambas orillas del río. Uno de los continuos problemas que tenía Hornachuelos era la conducción de agua, para el consumo de los vecinos, desde su nacimiento a la fuente principal, que llamaban de la Plaza. " Había que llevar a cabo continuas limpiezas de la misma, ya que el paso de animales provocaba su hundimiento y, por tanto, su detención e infección.
Tradicionalmente se celebraban en la villa varias fiestas religiosas: la Purificación de Nuestra Señora, el Domingo de Ramos, el Corpus Christi y la del santo patrono San Abundio. Esta última es la que se celebraba con más solemnidad; se hacían repiques de misa mayor, procesión, fuegos artificiales, agasajos e incluso, alguna vez, se celebraron corridas de toros. A San Abundio y al Cristo que se veneraba en la ermita de Nuestra Señora de la Peña se hacían rogativas cuando había sequía o se producía alguna catástrofe natural, como la ocurrida en el año 1755, en que una plaga de langosta ocasionó incalculables pérdidas en las cosechas. En el término de la villa había dos conventos: el de San Basilio, que llamaban del Tardón, con una comunidad de más de cien religiosos, situado a unas tres leguas de distancia, y el convento de San Francisco de Asís, que llaman de los Angeles, situado a media legua de la villa, y compuesto por treinta religiosos. Dependiente de este último estaba la hospedería u hospital de la Caridad para pobres transeúntes, que servía también como almacén de granos y objetos.

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